La lucha del cristiano por alcanzar o permanecer en la amistad con Dios, es contra la carne, el mundo y el demonio. Los tres enemigos atacan y atacan precisamente la caridad, la unión con Dios.
La fortaleza cristiana se ejercita principalmente respecto del dominio y gobierno de las propias pasiones, porque ellas apartan del amor de Dios, así como los amores desordenados
[«Oportet quod in talibus sint principaliter circa interiores affectiones, quae dicuntur animae passiones: sicut patet de temperantia, fortitudo et alii hujusmodi» Summa Theologica, 1ª-2ae, q. 60, art.2, c.]
«El que ama a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí» [Mateo 10,37]. Jesús afirma esto, no porque Dios sea rival celoso de nuestros amores y seres amados, sino porque nuestros amores deben ser salvados por el amor a Dios.
14. – Hupomoné: la caridad que aguanta
Los cristianos, al decir de Jesús, son como corderos en medio de lobos. De ahí que la fortaleza cristiana se ponga de manifiesto principalmente en forma de paciencia, de aguante en el sufrimiento y vaya acompañada de la oración pidiendo ser defendidos del mal «Y líbranos del malo». El nombre griego de la paciencia es: hupomoné, literalmente “permanecer firme debajo».
Permanecer, por amor, debajo de la cruz es la fortaleza propia de Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios, y ha de ser también la de su discípulo. Dice San Agustín a este propósito: “El seguimiento de Cristo consiste en una amorosa y perfecta constancia en el sufrimiento, capaz de llegar hasta la muerte” [San Agustín, Com. In Ev. Johannis, Tratado 124,5.7; CCL 36, 685-687; Cfr. Oficio de Lecturas del sábado 6 del tiempo pascual.]
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Conferencia en las VII Jornadas de Espiritualidad Católica sobre: LAS VIRTUDES CRISTIANAS
Organizadas por el Oratorio Jerónimo Frassati, ”. El Volcán, San Luis, 15-17 Junio 2001